Salir una mañana y pedirle a las rosas
que me repongan de la primavera.
Fundar un mundo minúsculo
a la altura de mis supersticiones,
atravesar las aguas sin contingencias
y pensar que soy más verdad que el océano.
Puedo volver y cobijarme con las hechiceras
dulces locas del caldero
donde remueven las especias con laurel
hojas de roble y anís verde.
Transgredir con la pócima liviana
cambiarla por el delirio
dejar el sueño ausente, la distancia,
añadir el ansia y los abrazos
envenenar de sexo la mirada
y retorcer en la boca un beso
que se muere de tanto inventarse.
X.M.
TRÁNSITO
Transito
los colores,
desde
la orilla azul de la vida
alguien
me susurra.
Como
mujer transporto el cántaro
y
es hermoso entregar
lo
que nunca ha sido mío.
Cuando
callo, me juego los poemas
la
verdad de mis tiempos.
Si
traigo un canto y me parece joven
ya
fue masticado en otras partes
recojo
el legado de decir
las
mismas claves con diferente acento.
A
cada siglo se agranda la admiración.
¿Qué
árbol se detiene y no se pronuncia?
Dejará los zapatos rojos donde él pueda
encontrarlos
y recordar las piruetas que ella hacía con los
versos,
las
sábanas tibias y los silencios que nunca la dejaban ausente.
¡Siempre estaba con él!
Incluso cuando él la olvidaba por un rato
para subir a las tapias
y divisar, lo que sólo encontraba a medias en
otra gente.
Entonces ella sonreía y lo esperaba
¡Siempre lo esperaba!
porque sabía, que no podría quedarse allí
por mucho tiempo.
X.M.